sábado, 15 de abril de 2017

POBREZA Y EXCLUSIÓN



Jesús fue parcial. Así es, tomó parte por los pobres y los excluidos. Normalmente quien es pobre es excluido; y quien es excluido se le hace pobre. Para comprender la opción de Jesús necesitamos entender tanto la pobreza y la exclusión en sentido amplio, aunque sin perder de vista que siguen siendo situaciones de marginalidad humana. La muerte de Jesús en la cruz es la elevación, en forma de entrega total, a Dios Padre de esta realidad denigrante e inhumana. La pobreza y la exclusión se traducen, hoy en día, en toda forma, por mínima que sea, de marginalidad humana que creamos por intereses personales o institucionales, por rencores, odios u orgullo, por descuido o por prestigio mal entendido. Cuando Jesús pide perdón para quienes lo están matando, también lo pide por nosotros que lo matamos en la persona de otros/as y nos autojustificamos en leyes o proyectos institucionales. Que Dios nos perdone por cuantas veces no hemos discernido bien y no hemos sabido tomar parte por quienes decimos entregar nuestra vida, cuando en realidad no hemos dejado atrás lo que en nosotros provoca muerte. La gran parte que nos falta por seguir profundizando a los cristianos es en la vida que nos espera si no perdemos la fe en Dios.

Sergio García

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SERVICIO Y HUMILDAD


Me atrevo a pensar que el centro de la celebración del jueves santo es, además del servicio, sobre todo la humildad. Muchas veces los cristianos hemos hecho una dicotomía de estas dos actitudes sobrevalorando la primera. Olvidamos muy frecuentemente que sin humildad el servicio es mera vanagloria y a veces hipocresía, pues al olvidarla nos colocamos por encima de quien ayudamos, aun cuando nos arrodillemos. Servir con humildad nos capacita para reconocer la verdadera humanidad de quien tenemos en frente, una humanidad frágil y necesitada, que bien podría ser la nuestra, nuestra vida podría ser la necesitada. Servir sin humildad nos hace arrogantes y orgullosos e incluso nos lleva a negar que necesitamos ser ayudados. Reconocer y aceptar que también nuestros pies deben ser lavados, nuestro ser purificado y nuestro corazón renovado es superar esa dicotomía que nos ha hecho mucho mal como Iglesia.
-Sergio García

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