domingo, 22 de octubre de 2017

APRENDER DE NUEVO

Artículo escrito para la Revista Mundo en Español.
Publicado el 16 de junio de 2014.



Aquí les comparto el artículo completo:

APRENDER DE NUEVO

Sergio García Díaz

Estamos acostumbrados a muchas cosas que nos enseñaron desde pequeños. Nuestros padres, maestros y amigos nos heredaron muchas de sus ideas y formas de vida. Las aprendimos así y las hemos considerado ciertas por casi siempre. Pero poco estamos acostumbrados a “cuestionar” eso que aprendimos, esas maneras de ser que nos dijeron que eran las correctas porque se apegaban a normas de moralidad o de convivencia deseable, incluso ciertas formas de pensar la vida en familia, el amor, el trabajo, el negocio, etc. Sí, de mucho nos han servido porque sin ello no seríamos como somos. Pero, ¿todo eso realmente me ha ayudado a sentirme bien conmigo mismo? ¿Realmente me ha ayudado a conseguir lo que me he planteado, a sentirme pleno, realizado, feliz? ¿O más bien ha sido un impedimento? A veces esa herencia puede hacernos sentir mal por lo que pensamos o queremos hacer, porque cuando nuestro propio ser quiere expresarse diferente entra en conflicto con eso.

Hace poco leí una frase que me aclaró algunas cosas, muy importantes por cierto: “Los hijos no son el medio para que los padres se expresen, o realicen en ellos lo que no pudieron o lo que quisieran hacer. Son seres independientes que tienen todo el derecho de expresarse y ser ellos mismos.” Lo que pasa es que a veces no somos capaces de reconocer hasta dónde llega nuestra vida y de qué modo podemos hacerla compaginar con otras vidas, de manera que no sea una invasión o un robo de la libertad y originalidad ajenas. Si lo pensamos así, seguramente reconoceremos que algunas veces hemos visto a los demás como extensiones de nuestra manera de ser o de pensar, de nosotros mismos en pocas palabras. Hemos confundido el respeto con la obediencia y la no existencia del conflicto. No es tan grave el asunto, pues en realidad se trata sólo de aprender de nuevo algunas cosas, sobre todo aquellas que nos ponen en entredicho con nosotros mismos, que nos crean pesos innecesarios sobre los hombros y que nos mantienen anclados.
Además, aprender a ser libres, sin faltar a la justicia y al respeto, aprender a amar bien, sin atentar contra la dignidad de las personas, aprender a ser profesionales sin faltar a la honradez, son actos de valentía en un mundo donde, muchas veces, lo más fácil es lo mejor.

Una tarea como esta no es fácil para quienes tienen miedo de romper esquemas. Pero tal vez sea necesaria si queremos re-inventarnos, re-conocernos, ser auténticos y, hasta cierto punto, atrevidos. Los prejuicios, no nos dejan avanzar en un trato respetuoso, los miedos nos limitan en nuestra creatividad, por ejemplo. Así que para empezar dos aspectos que hay que examinar con humildad son precisamente nuestros prejuicios y nuestros miedos. Muchos de ellos los aprendimos. Y, hoy por hoy, no nos ayudan. A esto me refiero cuando digo que hay que aprender de nuevo, incluso me atrevo a decir que hay que aprender nuevas formas de aclarar nuestros prejuicios para que se conviertan en experiencias de vida más simples, hay que aprender nuevas maneras de vencer nuestros miedos para dar paso a la seguridad en uno mismo y a una vida proactiva y con un fuerte espíritu de lucha.

Recuero dos narraciones. La primera un tanto figurada, la segunda es real. Un águila creció entre gallinas por azares del destino y aprendió que no era propio de ella volar. Cuando vio a unas águilas en lo alto del cielo no se identificó con ellas aun cuando tenía mucho parecido. Los elefantes de los circos normalmente los tienen atados a un simple tronco o a un pequeño clavo en la tierra. Permanecen allí como si estuvieran encadenados a algo invencible para ellos. En el primer caso, el águila tenía unas alas más fuertes que las de las gallinas y, sin embargo, no aprendió a usarlas para volar, algo que bien podía hacer. Nunca descubrió que su ser pertenecía a los vientos y a la caza. En el segundo caso, los elefantes son domados para obedecer, para sentirse dominados, en muchos casos a base de golpes. Nunca llegan a descubrir lo fuerte que son.

Los prejuicios y los miedos que no nos hemos atrevido a cuestionar nos mantienen en tierra sin dejarnos desplegar nuestro potencial y sin dejarnos ver lo fuerte que somos y todo aquello de lo que somos capaces. Llega un momento en la vida, en que quizá nos damos cuenta que no es que no tengamos alas, o no que no seamos fuertes, sino que en realidad hay algo que nos detiene. Cuando eso pasa, estamos en el camino correcto del aprender de nuevo. Lo importante será plantearnos qué queremos aprender de manera diferente y para qué queremos aprenderlo. Sólo así la vida se vuelve un vuelo alto,  a veces muy alto, y un paso firme y fuerte, a veces muchos pasos firmes y fuertes. Así, todos aprendemos de nuevo.

Artículo para la revista Mundo en Español.

14 de junio de 2014.

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