APRENDER DE NUEVO
Artículo escrito para la Revista Mundo en Español.
Publicado el 16 de junio de 2014.
Aquí les comparto el artículo completo:
APRENDER DE NUEVO
Sergio García Díaz
Estamos acostumbrados a muchas
cosas que nos enseñaron desde pequeños. Nuestros padres, maestros y amigos nos
heredaron muchas de sus ideas y formas de vida. Las aprendimos así y las hemos
considerado ciertas por casi siempre. Pero poco estamos acostumbrados a
“cuestionar” eso que aprendimos, esas maneras de ser que nos dijeron que eran
las correctas porque se apegaban a normas de moralidad o de convivencia
deseable, incluso ciertas formas de pensar la vida en familia, el amor, el
trabajo, el negocio, etc. Sí, de mucho nos han servido porque sin ello no
seríamos como somos. Pero, ¿todo eso realmente me ha ayudado a sentirme bien
conmigo mismo? ¿Realmente me ha ayudado a conseguir lo que me he planteado, a
sentirme pleno, realizado, feliz? ¿O más bien ha sido un impedimento? A veces
esa herencia puede hacernos sentir mal por lo que pensamos o queremos hacer,
porque cuando nuestro propio ser quiere expresarse diferente entra en conflicto
con eso.
Hace poco leí una frase que me
aclaró algunas cosas, muy importantes por cierto: “Los hijos no son el medio
para que los padres se expresen, o realicen en ellos lo que no pudieron o lo
que quisieran hacer. Son seres independientes que tienen todo el derecho de
expresarse y ser ellos mismos.” Lo que pasa es que a veces no somos capaces de
reconocer hasta dónde llega nuestra vida y de qué modo podemos hacerla compaginar
con otras vidas, de manera que no sea una invasión o un robo de la libertad y
originalidad ajenas. Si lo pensamos así, seguramente reconoceremos que algunas
veces hemos visto a los demás como extensiones de nuestra manera de ser o de
pensar, de nosotros mismos en pocas palabras. Hemos confundido el respeto con
la obediencia y la no existencia del conflicto. No es tan grave el asunto, pues
en realidad se trata sólo de aprender de nuevo algunas cosas, sobre todo
aquellas que nos ponen en entredicho con nosotros mismos, que nos crean pesos
innecesarios sobre los hombros y que nos mantienen anclados.
Además, aprender a ser libres,
sin faltar a la justicia y al respeto, aprender a amar bien, sin atentar contra
la dignidad de las personas, aprender a ser profesionales sin faltar a la
honradez, son actos de valentía en un mundo donde, muchas veces, lo más fácil
es lo mejor.
Una tarea como esta no es fácil
para quienes tienen miedo de romper esquemas. Pero tal vez sea necesaria si
queremos re-inventarnos, re-conocernos, ser auténticos y, hasta cierto punto,
atrevidos. Los prejuicios, no nos dejan avanzar en un trato respetuoso, los
miedos nos limitan en nuestra creatividad, por ejemplo. Así que para empezar
dos aspectos que hay que examinar con humildad son precisamente nuestros
prejuicios y nuestros miedos. Muchos de ellos los aprendimos. Y, hoy por hoy,
no nos ayudan. A esto me refiero cuando digo que hay que aprender de nuevo,
incluso me atrevo a decir que hay que aprender nuevas formas de aclarar
nuestros prejuicios para que se conviertan en experiencias de vida más simples,
hay que aprender nuevas maneras de vencer nuestros miedos para dar paso a la
seguridad en uno mismo y a una vida proactiva y con un fuerte espíritu de
lucha.
Recuero dos narraciones. La primera
un tanto figurada, la segunda es real. Un águila creció entre gallinas por
azares del destino y aprendió que no era propio de ella volar. Cuando vio a
unas águilas en lo alto del cielo no se identificó con ellas aun cuando tenía
mucho parecido. Los elefantes de los circos normalmente los tienen atados a un
simple tronco o a un pequeño clavo en la tierra. Permanecen allí como si
estuvieran encadenados a algo invencible para ellos. En el primer caso, el
águila tenía unas alas más fuertes que las de las gallinas y, sin embargo, no
aprendió a usarlas para volar, algo que bien podía hacer. Nunca descubrió que
su ser pertenecía a los vientos y a la caza. En el segundo caso, los elefantes
son domados para obedecer, para sentirse dominados, en muchos casos a base de
golpes. Nunca llegan a descubrir lo fuerte que son.
Los prejuicios y los miedos que
no nos hemos atrevido a cuestionar nos mantienen en tierra sin dejarnos
desplegar nuestro potencial y sin dejarnos ver lo fuerte que somos y todo aquello
de lo que somos capaces. Llega un momento en la vida, en que quizá nos damos
cuenta que no es que no tengamos alas, o no que no seamos fuertes, sino que en
realidad hay algo que nos detiene. Cuando eso pasa, estamos en el camino
correcto del aprender de nuevo. Lo importante será plantearnos qué queremos
aprender de manera diferente y para qué queremos aprenderlo. Sólo así la vida
se vuelve un vuelo alto, a veces muy
alto, y un paso firme y fuerte, a veces muchos pasos firmes y fuertes. Así,
todos aprendemos de nuevo.
Artículo para la revista Mundo en Español.
14 de junio de 2014.
Etiquetas: EDUCACIÓN Y TIC's, ESCRITOS
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