CONTEMPLARI ET CONTEMPLATA ALIIS TRADERE
Contemplari et contemplata aliis tradere
Sergio García Díaz
A cada paso que la humanidad avanza existe un riesgo de
fragmentación, entiéndase parcialización o división de la misma experiencia de
lo humano. Paradójicamente, no todo avance es sinónimo de integración. Más bien,
hemos pasado de la comprensión del todo, a la exclusividad de las partes. Este es
el riesgo de considerar que el método científico es el único modo válido de
crear una perspectiva acertada de explicación de la realidad. En otras
ocasiones, nos hemos conformado con la tecnificación de la comodidad y de la
seguridad ofrecidas por los bienes de consumo de un sistema capitalista en el
que el riesgo no forma parte más que como justificación de su contrario, la
seguridad. De hecho, en aras de la tan deseada previsión y control de la vida
misma, nos hemos creído que somos incapaces de vivir en un mundo tan cambiante,
al punto que consideramos amenaza todo lo que nos incomoda. Sin darnos cuenta,
defendemos ideas que fragmentan, cada vez más, la propia visión de la realidad,
más peligrosamente, de la propia realidad individual. La especialización de las
ciencias, exigida como garantía de éxito profesional, ha minado el modo de
apropiarnos de las voces de los otros, haciendo de esa opinión un eco cuyo sujeto
no interesa. Consideramos que la propia voz es la única con tintes de verdad,
porque además la hemos vuelto excluyente e individualista.
No es raro, entonces, poner bajo la lupa de la
especialización aspectos que de suyo tienden a integrar la experiencia de lo
humano, de los cuales hemos perdido la interacción que los constituye,
precisamente, en partes significativas de un todo incluyente e integral, me refiero
a la espiritualidad, el conocimiento, la comunicación y el silencio. Insisto en
el riesgo de la parcialización y la absolutización de la propia opinión, frente
a la de otros, en cualquiera de estos aspectos. Nos volcamos al aislamiento,
más que a la integración de las experiencias. Nos hemos vuelto especialistas de
la vida cuando sólo podemos contar la propia y, en todo caso, describir lo que
desde la perspectiva personal nos es posible percibir.
Considero que en la espiritualidad, en el conocimiento, en
la comunicación y en el silencio, las personas tenemos una garantía de
humanización y de integración como sociedad. De hecho, es en estos aspectos
donde lo auto-referencial excluyente puede volverse alter-referencial
incluyente. La realidad es multi-significativa. En la medida en que sepamos
integrar sus diversos significados estaremos en la posibilidad de construir caminos
de comunión, de diálogo y de convivencia pacífica. Eso es posible tanto cuanta
más apertura tengamos a la experiencia de los otros.
La contemplación supone una integración de las experiencias
de la realidad, las cuales pueden venirme de lo ajeno, lo diferente, lo nuevo,
lo desconocido, lo lejano. Supone un ejercicio no sólo del intelecto, sino
también de la voluntad. Es más una experiencia de desapego de los prejuicios
para aproximarse a la autenticidad de lo diverso. La contemplación está lejos de
las valoraciones moralistas para dar paso a la vivencia de lo que es y acontece
frente a uno mismo. Hoy, más que nunca, va a la par de la admiración, pues
tanto a la una como a la otra las hemos perdido como experiencias válidas y
dignas de ser enseñadas. Ni la contemplación ni la admiración son contrarias al
valor de la experiencia individual ya que ambas son incluyentes de lo humano. De
aquí que contemplari et contemplata aliis
tradere (contemplar y dar a los demás lo contemplado) es un ejercicio de
profunda espiritualidad, conocimiento, comunicación y silencio.
(13 de junio de 2017)
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