lunes, 28 de junio de 2010

APRENDIZAJE COOPERATIVO


Aprender y enseñar mediante el trabajo en equipo
Ensayo sobre el Aprendizaje Cooperativo


INTRODUCCIÓN

Al acercarme ahora mucho más, aunque mejor diré que por primera vez, a la teoría y práctica del Aprendizaje Cooperativo, me viene a la mente mi propio proceso de aprendizaje: la manera en que mis maestras me enseñaban en primaria, los cuadros de honor que ponían de los diez alumnos más aplicados, las pruebas de lectura frente al grupo, en fin, lo mucho que valía entregar todas las tareas, con buena presentación y creatividad. Obviamente no todo era tan diferente de como lo es ahora: todos aprendíamos y creo que bien. Recuerdo reunirme con mis amigos para hacer tareas o personalmente hacerlas en casa por las tardes, lo que normalmente sucedía. En pocas palabras, cursé mi educación básica y media de la mejor manera que pude y reconozco que sí me formaron para toda mi vida.


Pero, entonces, ¿qué es lo característico del aprendizaje cooperativo que lo hace diferente e innovador en la práctica educativa? Porque si en las últimas décadas los planes y las políticas de estudio se han ido, poco a poco, orientando hacia esta propuesta educativa es porque repercute en el aprendizaje de los alumnos. Y es que es inevitable, por la forma tradicional de entender el proceso de enseñanza, pensar que uno es el que enseña: el maestro, y otros los que aprenden: los alumnos. Pero el calificativo de este tipo de aprendizaje, “cooperativo”, quizá nos dice ya su esencia misma, su intención y la misma manera en que hay que entenderlo y practicarlo.

En este sentido, cabría preguntar cuáles son los principios en que se basa esta propuesta pedagógica para construir todo un proceso de aprendizaje-enseñanza. Saberlos servirá para, incluso, ser propositivos en la práctica personal. Muy seguramente una de las diferencias radicales entre la enseñanza tradicional y el aprendizaje cooperativo estriba en el amplio fundamento de sus principios.

Ahora bien, como todo principio tiene de fondo una concepción del ser de quien se presume, conviene preguntarse cómo entiende o concibe el aprendizaje cooperativo al ser humano, a la persona, en otras palabras, al maestro y al alumno. Finalmente se trata de una manera de interactuar en un momento y en un tiempo determinados. El salón de clases o la cancha de deportes se vuelven, pues, espacios de convivencia entre compañeros, pero también el momento clave para la enseñanza y el aprendizaje.

Novedoso para algunos, conocido para otros, la propuesta que el aprendizaje cooperativo hace resulta de mucha actualidad y permanencia. Este es un breve ensayo sobre un tema que debe ocupar a los docentes, si quieren igualmente estar actualizados y que su labor sea permanente, tanto por lo que aprenden como por lo que enseñan. Porque al paso de los años lo que recordarán los alumnos no será si tal o cual profesor dominaba qué teoría pedagógica, sino simplemente si era “buen maestro” o “no era buen maestro”.

Por ello, en pocas palabras, podemos preguntarnos sobre lo que pretende el aprendizaje cooperativo. Que un maestro sea bueno o mal maestro significa que los alumnos entiendan la explicación de los temas, que se sientan tomados en cuenta, escuchados y que vayan creciendo en su madurez y desarrollo personal.

Si a todo ello agregamos las herramientas que el aprendizaje cooperativo ofrece, el recuerdo del maestro también hará pensar en los compañeros, aquellos que nos ayudaron a aprender y a los que, muy seguramente, algo les habremos enseñado.

DESARROLLO

Casi automáticamente al momento de tratar sobre el aprendizaje cooperativo recurrimos a un punto de referencia: la propia educación, entendiendo por ésta tanto la forma como el contenido de lo que aprendimos en la escuela durante nuestros años de estudiantes, y tan es así que en más de una ocasión ha venido a mi mente la manera como mi maestra de quinto de primaria me enseñó a leer frente al grupo con una clara dicción y bien entonado. Recuerdos como éste tengo varios.

Pero, ¿por qué comenzar un ensayo haciendo referencia a recuerdos estudiantiles? Por dos simples razones: primera, porque efectivamente quedaron grabados en mi memoria como situaciones de aprendizaje profundas y, segunda, porque lo refiero a lo que he aprendido del aprendizaje cooperativo en este mi primer acercamiento a dicha propuesta educativa.

En todos los trabajos en equipo que realicé durante mis años escolares el trabajo, de fondo, pretendía lograr una simple calificación, además, expresada en números. Por el contrario, el aprendizaje cooperativo pretende que cada uno de los miembros del equipo de trabajo, que como máximo han de ser cuatro, desarrolle todas sus potencialidades, al tiempo que las pone al servicio de y mediante los otros. Esto hace ya una gran diferencia. Diría que tal vez es la principal. Porque todo se aprende con los otros, no sólo individual y aisladamente.

A este modo de relacionarse en los equipos formados desde la perspectiva del aprendizaje cooperativo se le llama, valga la redundancia, cooperación. No es una simple interacción egoísta sino, por el contrario, potenciada con la idea de que junto con los otros miembros del equipo puede lograrse la operación-realización conjunta de actividades y tareas específicas. Y es que, como dice Ramón Ferreiro (2009, p. 27) “el aprendizaje se da en un marco social de relaciones, interrelaciones y ayuda mutua.”

Es conveniente, por tanto, echar un vistazo y revisar los principios sobre los que el aprendizaje cooperativo se basa para lograr justamente eso: que todos aprendan mientras enseñan a otros. No es fácil, sin embargo, frente a la mentalidad y al modo de vivir actuales que pregonan el individualismo y el egocentrismo, hacer ver que más allá del propio yo es posible hacer existir un “nosotros” con gran sentido de pertenencia. Es claro que el sujeto, cada uno de nosotros se pertenece a sí mismo, pero ¿cómo seguirse perteneciendo a uno mismo al tiempo que el propio hacer y ser se refiere al “otro”, a los “otros”?

Los principios, pues, en que se basa el aprendizaje cooperativo y que hacen posible su objetivo, son los siguientes: (Ferreiro, R., 2009, pp. 82-84).

Principio de mediación: el proceso educativo es mediatizado. El maestro acompaña a los estudiantes en el proceso de búsqueda, redescubrimiento, construcción y aplicación creativa de lo que se aprende.

Principio de liderazgo distribuido: todos los estudiantes son capaces de entender, aprender y desarrollar las tareas de liderazgo (coordinador del equipo, relator, animador).

Principio de agrupamiento heterogéneo: los grupos incluyen alumnos con distintos estilos y ritmos de aprendizaje, talentos y nivel de habilidad social.

Principio de interdependencia positiva: una interdependencia positiva se promueve mediante la realización de tareas comunes, pedirse cuentas individual y grupalmente, dar recompensas y emplear material de trabajo de manera compartida o la creación de un producto grupal. Ello desarrolla su interdependencia tanto cognitiva como afectiva y desarrollar sus habilidades sociales.

Principio de adquisición de habilidades sociales: La adquisición de habilidades sociales es posible mediante el empleo de estrategias de enseñanza seleccionadas a partir del desarrollo social de los miembros de un grupo.

Principio de autonomía grupal: los equipos deben a la autorregulación y autonomía grupal, para lo cual es necesario el desarrollo consciente de las habilidades sociales que se requieren para trabajar y aprender en equipo. Los alumnos que solucionan sus problemas son más autónomos y autosuficientes.

Con este conjunto de principios puede, efectivamente, potenciarse tanto la adquisición como la transmisión del conocimiento. Aunque habría que precisar todavía más la concepción y relación entre conocimiento y aprendizaje. Queda, al menos para mí, como una tarea personal.

Lo que sí podría precisar, como intento de comprensión de esta propuesta educativa, es la manera cómo se concibe en el aprendizaje cooperativo al ser humano, a la persona, como lo decía en la introducción, la forma de entender el ser y quehacer tanto del maestro como del alumno.

No se trata, a mi parecer, de una concepción descontextualizada ni desencarnada, tampoco mágica y mucho menos utópica. Totalmente arraigada en el tiempo de los hombres y mujeres de hoy, el aprendizaje cooperativo concibe al ser humano como esencialmente un ser de relaciones. Propiciadas éstas por el vertiginoso desarrollo de las telecomunicaciones, ya no hay otro modo de posible de concebir al ser humano como existente si no es como el que de forma permanente está siendo en una relación comunicativa con los otros.

Pero, además, propio de la generación net es que son y buscan siempre involucrarse en su propia aprendizaje. Es más, me atrevería a decir que incluso son mucho más críticos y hábiles para ver y escoger de entre las propuestas que se les presentan cuál de todas conviene a sus intereses que, si bien son personales, tienen toda la posibilidad de representar también los del grupo donde se encuentran.

No todo es egoísmo, autocomplacencia. Ese debe ser, por aparte, otro presupuesto fundamental para quienes mediar el aprendizaje-enseñanza se sigue presentando como un modo de realización y crecimiento personal y profesional.

Con todo esto, resulta más evidente que el aprendizaje cooperativo supone una permanente participación, porque “participar es acción”, “es hacer algo”, como lo dice Ramón Ferreiro. Afirmaciones, por demás, profundamente antropológicas y éticas. Porque, como bien se ha repetido desde Aristóteles, el ser se expresa en el actuar. Mientras más forme la personalidad de los alumnos y maestros en este modo de aprendizaje-enseñanza mediante el trabajo en equipos –título de este ensayo–, el aprendizaje cooperativo será el modo en que los hombres y mujeres podrán seguirse desarrollando en todas sus capacidades, y a mayores capacidades y habilidades, más y mejores maneras de hacer. De aquí que, como ya lo dije, el hacer sigue al ser.

A este punto quería llegar con el recuento de mis memorias de estudiante: que así como a mí me formó un modo tradicional de aprender, así también el modo cooperativo de la enseñanza-aprendizaje forma para la vida a todos aquellos que desde infantes lo viven como su modo propio de educarse. Es más, diría que el aprendizaje cooperativo es la propuesta educativa que mejor expresa el dinamismo que el ser humano sigue, por naturaleza, para aprender.

En cuanto a la manera en que se concibe al maestro en esta propuesta educativa, es la de un mediador. Si partimos, como se mencionó más arriba al hacer referencia a los principios del aprendizaje cooperativo, que el proceso educativo es mediatizado, el maestro es una pieza clave de esta mediación. No se trata de restar importancia al papel del maestro, sino simplemente de re-ubicarlo y re-dimensionarlo dentro de esta manera de concebir la interacción al momento de estar con el grupo.

Como bien lo explica Ramón Ferreiro (2009, p. 112), “mediador es la persona que al relacionarse con otra u otras propicia el paso del sujeto que aprende de un estado inicial de no saber, poder o ser a otro cualitativamente superior de saber, saber hacer y, lo que es más importante, ser.” En otras palabras, el mediador favorece el aprendizaje.

No es de extrañar, por tanto, que los colegios particulares, quizá en mayor y mejor medida, pero también el sistema de educación pública, tiendan a la implementación de esta propuesta educativa. Finalmente se trata del futuro de los hombres y mujeres que en cualquier campo que se desempeñen tendrán que interrelacionarse con otros, y que mejor que lo hagan desarrollando sus habilidades y, con ello, la de los demás.

CONCLUSIÓN

Aunque muy someramente hecho este primer acercamiento al aprendizaje cooperativo, pretendió ser preciso y justo en sus apreciaciones. El camino apenas comienza para quienes somos novicios en estos quehaceres de la educación. Pero una cosa es cierta: esta es una buena base, y además muy sólida, para continuarla con perspectiva de futuro y realismo pedagógico.

El aprendizaje cooperativo, sin duda alguna, resulta provocador. Inquieta a quienes buscamos ser buenos maestros, entendiendo ahora por ello ser buenos mediadores. Y aunque el término bueno, como calificativo no figura del todo en mi vocabulario, cierto es que de bueno tiene mucho esta propuesta educativa.

Objeto de estudio, susceptible de críticas y prejuicios como toda propuesta pedagógica, el aprendizaje cooperativo es la manera en que, dado el contexto actual con una fuerte tendencia a la homogeneidad y anonimato, promueve la conformación de la propia personalidad y la reivindicación de los derechos y deberes de todos. ¿A caso la educación no figura entre los derechos del ser humano? También debería ponerse por escrito que participar colaborativamente en ella es un deber de todos.

No hay mayor satisfacción que la de crecer con y por los otros. Y esto lo hace posible el aprendizaje cooperativo. ¡Manos a la obra!


Bibliografía: Ferreiro Gravié, Ramón y Espino Calderón, Margarita (2009). El ABC del Aprendizaje Cooperativo. Trabajo en equipo para aprender y enseñar. Trillas: México.


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sábado, 12 de junio de 2010

DERECHOS HUMANOS

No está por demás recordar los Derechos Humanos. Esos que enuncia la Declaración Universal de los Derechos Humanos y que nos pertenecen por el hecho mismo de ser personas. Te comparto este video, reflexiona y deja tus comentarios. ¿Propones alguna pista de reflexión? Con gusto podemos seguirla.



Sergio García Díaz
sergadi@gmail.com

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