martes, 26 de julio de 2011

EL DESARROLLO DE COMPETENCIAS CÍVICAS



EL DESARROLLO DE COMPETENCIAS CÍVICAS.


UN RETO PARA EL DOCENTE



La educación es uno de los campos del desarrollo humano que más exigencias plantea todos los días. Siempre hay nuevos planteamientos, propuestas novedosas y muchas situaciones a las cuales busca responderse desde el quehacer docente y desde la dinámica, no siempre eficiente, de la educación.


Junto a esta realidad, el enfoque por competencias que desde hace ya varios años se han implementado en el país ha puesto a pensar y a replantear no sólo los fines de la enseñanza, sino sobre todo los procesos. Y es que en estos nuevos procesos que tienen que implementarse para que el cometido de esta nueva enseñanza basada en competencias alcance su cometido, el profesorado es el primero en reestructurar sus propios esquemas de trabajo.


No se puede enseñar por competencias si los profesores no tenemos ni los conocimiento de lo que ello es, ni hemos desarrollado las habilidades mínimas para eficientar dicho enfoque y, muchas veces, nuestras actitudes mutilan tanto nuestro propio aprendizaje como el de nuestros alumnos.



Difícilmente se puede lograr algo nuevo haciendo lo mismo de siempre de la misma manera. Y esto es tanto más evidente si se trata de competencias cívicas. Por más que vivamos en sociedad y convivamos con nuestros semejantes, ser capaces de lograr eso de una manera armónica, pacífica, saludable y auténtica, se vuelve un reto a largo plazo, pero con la exigencia de comenzarlo ahora mismo.


Ciertamente el mejor punto de partida no es el pesimismo, pero sí el realismo de las propias limitaciones, y de las condiciones reales del profesorado en México. Por ello, la implementación de estrategias que faciliten el desarrollo de competencias cívicas en el aula, requieren, y cada vez más urgentemente, el compromiso de todos los involucrados en la educación: alumnos, maestros, directivos, padres de familia, sociedad y gobierno.


Si la cultura cívica, entendida aquí como el modo de convivir en sociedad, nos permite tomar conciencia de nuestro papel en el grupo al que pertenecemos y con el que nos identificamos, entonces los rasgos característicos de ella han de ser, al menos, apertura de pensamiento a la libertad y, por ende, a las decisiones de los otros. Igualmente lo es el sentido de compromiso y participación social y política. Con lo que promover esto en el aula se vuelve indispensable.


Cómo lo vamos a hacer al momento de estar, no digo ya frente, sino entre los alumnos, es un cuestionamiento que supone la disposición de los docentes. Por ello, desarrollar las competencias cívicas mediante mi labor educativa es ante todo un compromiso personal. Aquí, convicción y acción van de la mano.


En el aula, pues, las competencias cívicas tienen que ver con cuestiones de liderazgo, de integridad, de comunicación y, hoy de una manera urgente, con la resolución de conflictos. Y si bien la enseñanza por competencias es un enfoque, insisto en que requiere, indiscutiblemente, un método que agilice el desarrollo y la consecución de procesos de la enseñanza y aprendizaje que, de no tenerlo, podríamos perdernos el ánimo en los fallos y quedarnos solamente con las buenas intenciones.


Vivimos en un mundo globalizado, y esto mismo nos plantea nuevas formas de convivencia y retos a los que debemos, desde la docencia, responder. Uno de ellos, es de la creación de la identidad en los alumnos, so pena de perderlos en el anonimato de las redes sociales y de las amistades que son, muchas veces, simples pasatiempos. Y no es que eso sea malo, pues incluso estas categorías de malo o bueno no son aplicables a fenómenos como la globalización. En ese sentido, los docentes nos volvemos, pues, provocadores de procesos de aprendizaje donde el alumno se valore, se respete, se conozca y se ubique en un contexto específico y real, y que eso mismo lo viva y lo transmita en su escuela, en su familia y con su círculo de amigos.


No detallo una serie de pasos a seguir porque estoy convencido que no hay claridad en el cómo hasta que cada docente diga y esté seguro de conocer a sus alumnos, sus situaciones personales y escolares y acepte que puede ayudarlo a ser mejor ciudadano. Hasta ese momento cada quien irá armando su mejor manera de implementar en su salón de clase lo que les permita ser mejores alumnos, mejores hijos y mejores ciudadanos.


Sergio García Díaz


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