Mi ropa y mis libros
Porque siempre comienzan cosas nuevas en la vida.
martes, 19 de junio de 2018
domingo, 12 de noviembre de 2017
sábado, 28 de octubre de 2017
La cultura de la insatisfacción
¿Estás satisfecho con tu vida? Te comparto estas ideas que, de repente, me pareció bien escribir y ahora compartírtelas de viva voz. Que tengas un excelente día.
Etiquetas: FILOSOFÍA, PSICOLOGÍA, VIDEOS
viernes, 27 de octubre de 2017
jueves, 26 de octubre de 2017
ESTOY VIVO

Son ya casi las dos de la mañana, sé que debo dormir, pero mi espíritu me pide la palabra para poder expresar su más profunda convicción de que está vivo. Es verdad, no puedo acallarlo cuando veo que su grito es desesperado. Me ha reclamado muchas veces por eso mismo, porque le robo la palabra y con ello lo sutil de sus emociones y la delicadeza de su ternura.
Oigo a mi espíritu y desmayo de sorpresa: se ha vuelto a enamorar. Desmayo de sorpresa porque me lo dice con toda su fuerza, pero al mismo tiempo lleno de temor. Me sorprendo porque no esperaba esto. Estoy seguro que no era lo que él andaba buscando. Pero si el amor tocó a su puerta, debo advertirle que abrirse paso a esta aventura que tan delicada es, no le traerá, en este momento, más que inquietud.
Pienso decírselo, aunque el silencio que siguió a la noticia, me hizo pensar que lo medita profundamente. No quiere equivocarse ni arriesgarse demasiado, lo conozco. Más bien, quiere seguir manteniendo la convicción de que está vivo.
Oigo a mi espíritu y desmayo de sorpresa: se ha vuelto a enamorar. Desmayo de sorpresa porque me lo dice con toda su fuerza, pero al mismo tiempo lleno de temor. Me sorprendo porque no esperaba esto. Estoy seguro que no era lo que él andaba buscando. Pero si el amor tocó a su puerta, debo advertirle que abrirse paso a esta aventura que tan delicada es, no le traerá, en este momento, más que inquietud.
Pienso decírselo, aunque el silencio que siguió a la noticia, me hizo pensar que lo medita profundamente. No quiere equivocarse ni arriesgarse demasiado, lo conozco. Más bien, quiere seguir manteniendo la convicción de que está vivo.
21 de julio de 2006.
Sergio García Díazsergadi@gmail.com
Etiquetas: POESÍA
miércoles, 25 de octubre de 2017
martes, 24 de octubre de 2017
LA CULTURA DE LA SOBREVIVENCIA
Sergio García
Díaz
Al hablar de
cultura pienso en la idea que de ésta da Fernando Savater, quien dice que es
todo aquello que voluntariamente crea el ser humano. En este sentido, es
cultura no sólo lo positivo que pueda mencionar de un pueblo o civilización,
sino también aquello que es más bien
negativo como la violencia, las armas, la guerra. Así que cuando hablo de
cultura y la refiero a la conducta humana, quiero señalar el hecho de que
finalmente nuestro comportamiento tiene mucho de voluntario. Mi manera personal
de ser, si bien es aprendida, cada vez que la actúo lo hago desde el
convencimiento de mi libre albedrío.
Digo que vivimos
en la época de la sobrevivencia porque, contrariamente vivir, en sentido
amplio, nos da la idea de que gozamos plenamente de cada una de las situaciones
y de los factores que conforman nuestra existencia. Sobrevivir sería disfrutar
o disponer a medias de mi propia vida. En una analogía, diría que es como
bucear a medias, con una parte del cuerpo sobre la superficie, mientras creemos
estar viendo las profundidades del mar. Vivir sería como bucear completamente,
con todo el cuerpo dentro del agua, pero además a una profundidad que me
permite gozar y maravillarme de todo lo que experimento y de lo que hay a mi alrededor.
Con cultura de la
sobrevivencia me refiero a la manera de crear nuestra vida en estándares de
superficialidad, me refiero a la costumbre de vivir nuestra propia vida muy por
encima, a la manera de vivir en la que pocas cosas es posible vivirlas con
plenitud y, sin embargo, de las cuales somos totalmente conscientes.
De hecho, es por
las consecuencias de esta cultura de la sobrevivencia como digo, que me
interesé en escribir sobre este tema, al que bien me pareció llamarlo así: frustración,
enojo, estrés, violencia, competencia, miedo, tristeza, enfermedad,
solitariedad, avaricia, aburrimiento, por mencionar algunas de las cosas que
veo que padecen muchas personas hoy en día.
A veces se cree
que lo que se vive es lo que se tiene que vivir y la resignación hace su
aparición, o la adaptación conformista a las circunstancias, acompañada, sin
duda, de coraje, frustración y amargura. Nos quejamos, nos revelamos,
pataleamos, desobedecemos, hacemos berrinches, gritamos, nos indignamos y
muchas cosas más a las cuales nos hemos acostumbrado también, pero al final muy
poco cambiaron las cosas, en el mejor de los casos, o nada, como la mayoría de
las veces, cuando no se empeoraron. Nos hemos acostumbrado a sobrevivir a
nuestra propia vida, nos desgastamos en sufrirla más que en gozarla, incluso la
hemos reducido a su mínima expresión para no complicarnos tanto, pero con ello
le hemos restado gran parte de su sentido. En la cultura de la sobrevivencia la
vida se nos hizo insípida, poco nutritiva, aburrida, pesada, incluso
insoportable. Porque en realidad no estamos hechos para la sobrevivencia, sino
para una existencia plena.
Cuando pensaba en
esta situación recordaba que en coaching ontológico hablamos de la rueda de la
vida, en la que se mencionan los aspectos que nos conforman, en los que
ocupamos nuestra vida. Y me di cuenta que en esos mismos aspectos hemos
aprendido muy bien a sobrevivir, es en cada uno de ellos donde nos estamos
gastando casi que inútilmente. Precisamente en esos mismos aspectos es donde
habría que dar el paso de la sobrevivencia a una vida plena, en sentido amplio
y profundo.
Estos aspectos son: salud, emocionalidad, relaciones, estudios, trabajo, patrimonio, dinero, ocio. La pregunta obligada es: ¿vives o sobrevives en cada uno de estos aspectos? ¿Sientes medio cuerpo fuera del agua y crees bucear en las profundidades de tu vida? Cada uno de estos elementos de la rueda de la vida da para escribir mucho, pero mi intención era sólo hablarte de lo que llamo la cultura de la sobrevivencia. Así que la otra parte de este breve escrito… la escribes tú.
04/10/2014
lunes, 23 de octubre de 2017
LA CULTURA DEL MIEDO
Sergio García Díaz
Si me preguntaran qué de lo que hay en mi vida lo he elegido
conscientemente, quizá me sorprendería al darme cuenta que mucho de lo que
considero como parte de mi forma de ser, de pensar, de sentir, de vivir la
vida, en realidad lo recibí de los demás en algún momento, quiero decir, lo
aprendí así, lo adapté y ahora soy quien soy. Esto es lo mejor que humanamente
hacemos. Y así es como vamos por la vida buscando ser felices, realizando
nuestras metas, aprendiendo de los errores, viviendo las pérdidas, disfrutando
las alegrías de la vida, conociendo a otras personas, relacionándonos con los
problemas de la existencia y hasta con el mismo Dios.
Considero, sin embargo, como ya lo han dicho los grandes
pensadores del desarrollo humano, que algo muy necesario que nos conviene
aprender es, precisamente, a des-aprender. Sobre todo aquellas cosas que nos
limitan y nos hacen, una y otra vez, menos felices, menos plenos, que nos
quitan la paz o la serenidad para vernos capaces de mucho más de lo que
consideramos.
De entre todo lo que podríamos des-aprender, el miedo es lo
primero, pues lo aprendimos desde pequeños como una manera sana de convivencia
y de autoprotección. Efectivamente, el miedo tiene una función muy clara,
ponernos en alerta frente a posibles peligros. El problema es que perdimos de
vista la “posibilidad” de los peligros y en su lugar sólo percibimos su
necesidad, no hacemos más que ver cualquier peligro como inminente, como algo
que debe ocurrir por el hecho de percibirlo. Aquí es donde surgen dos actitudes
muy comunes: por un lado, al vernos enfrentados frecuentemente a peligros, resulta
fácil volverse víctima de ellos, entonces la autocompasión surge como una
manera de sentirse vivo y de pedir ayuda, aunque sea de una manera poco sana;
por otro lado, nos autolimitamos al conceder al miedo que sentimos una fuerza
mucho mayor que a nuestra capacidad de superar cualquier peligro.
Esta manera de vivir el miedo nos es presentada por todas
partes, de todas las maneras posibles. La violencia actual que vive el mundo,
guerras, epidemias, inestabilidad económica, hambre, muerte. La corrupción, la
drogadicción, la pérdida de empleos, la enfermedad, incluso la vejez, la
depresión, el suicidio. La escasez de alimentos, el alza de los precios. La soledad,
los divorcios, el maltrato infantil, los feminicidios… podría seguir la lista. Lo
que quiero señalar es que estamos tan acostumbrados a estas situaciones, que
por consecuencia lo estamos a los que ello nos provoca: el miedo.
Tenemos miedo de enfermarnos, de perder el empleo, de estar
solos, de que no nos quieran, de que nos roben, nos secuestren. Tenemos miedo
de que nos critiquen, de que piensen que no somos capaces de hacer bien algo,
de sufrir un accidente en la carretera, de que no nos alcance el dinero, de
quedarnos sin comer. Tenemos miedo de cometer errores, de equivocarnos, de
fallarle a alguien, de que Dios nos castigue o en su defecto, nos deje
ignorados. Tenemos miedo de perder de vista nuestros objetivos, de flojear, de
no ser los padres ejemplares, los hijos amados, los hermanos bien portados. Tenemos
miedo de no vivir lo suficiente, de sufrir en la vejez, de perder a un ser
querido. Tenemos miedo, a veces, hasta de nosotros mismos.
¿Qué cosas hacemos por miedo? Muchas, muchas que en vez de
ayudarnos, nos van acabando poco a poco. Lo que surge del miedo o lo perpetúa o
lo transforma en fortaleza. En este contexto, se vuelve necesario comprar
seguro de gastos médicos, trabajar hasta el extremo, sacrificar gustos para no
ponernos en peligro, alejar a los demás para que no se vuelvan amenazas,
desconfiar de todos, portarme siempre bien para que Dios no me castigue o de
plano negarlo, exigir a los demás que cumplan nuestras expectativas, en
definitiva, quedarnos en nuestra zona de seguridad.
El miedo nos enferma de indiferencia, de autocomplacencia,
de aislamiento, de soledad innecesaria y de desconfianza. Esto es lo que hay
que des-aprender. Vivimos en una cultura del miedo a la propia vida, como si
alguien fuera a salir vivo de ésta.
Yo creo que todas las maneras de vivir son válidas siempre que aporten un poco de felicidad a la vida de los demás. Sólo no vivas con miedo.
Etiquetas: CRÍTICA, ESCRITOS, PSICOLOGÍA