domingo, 12 de mayo de 2013

ESTAR CON QUIENES QUIERES



Tomé las llaves de mi coche -muy de madrugada. Bueno, para un fin de semana las ocho de la mañana es madrugada, ¿no me digas que no? Sabía que tenía que ir al negocio de mi madre. Sonriente y disfrutando, como siempre el sol, ya de mañana, ya de tarde, preferí caminar, al fin y al cabo estando en ayunas como estaba me ayudaría a que me diera una poca de más hambre. El coche me empodera como jinete en su caballo, como motociclista en su moto, como piloto en su avión, como persona en mi vida. Caminar, fue, y es, una experiencia que igualmente me encanta. Pero espera. No es lo mismo caminar en la ciudad, que caminar en las calles polvosas de mi tierra natal. No pienses que todas están sin pavimentar, digo, tampoco es un pueblucho. Es un pueblo hermoso, donde se respiran muchas cosas que aquí en la ciudad ni quitando el pavimento de todas las calles se volvería a tener.
Paso tras paso que daba veía cómo quedaban las huellas de mi breves pies pintadas en la tierra. Y a cada paso también veía a la vecina que me saludaba, escuchaba el canto claro del pájaro cuyos pulmones aunque respiran polvo están más limpios que los míos. Empecé a tararear una canción. Y, sin perder la costumbre, de reojo veía las casas de los vecinos para cuidarme de los pinches perros que saben me azorrillan. Y no sólo los de allá, cualquier perro en cualquier lugar. Disfrutaba como planta media seca, porque todavía no llegan las lluvias, lo fresco de la mañana. Pedí al Trascendente hacer eterno ese momento. Lo único que me concedió fue el gozo de sentirme vivo, la alegría de poder disfrutar cuanto veía y la satisfacción de estar con los de mi sangre.
Sentir que tengo el control de mi vida me da seguridad, como cuando tomo entre mis manos el volante del coche y va a donde yo lo muevo. Pero dejar mi vida a lo que suceda, sin prejuicios, sin expectativas morbosas, pero con un claro objetivo final, fue una experiencia, de esas que llamo sublimes. Precisamente estamos, a veces hasta de manera obsesiva, en un lado o en otro, o de uno a otro, como jugando a los chingones. En el control total, o en la total ausencia de control. A veces, nos pasamos de un lado a otro en nuestra vida. Depende de qué queremos o de qué no queremos, y sí, muchas veces depende de qué es lo que queremos demostrar o hacernos creer a nosotros mismos.
Cuando llegué, nadie me dijo nada, nadie me preguntó nada. Lo que sí es que se alegraron de verme, como siempre en las mañanas, un poco despeinado y sonriente. Al final, un saludo de buenos días volvió a ponerme los pies sobre la tierra y, aun así, seguí soñando, pero con ellos.
Al final de tu vida, o ni tan al final, el saludo de quienes te aman bastará para darte cuenta que hagas lo que hagas lo importante será estar con quienes quieres.

12, mayo, 2013.

Sergio Gabriel
@SerchGabo

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