lunes, 1 de agosto de 2011

UNA VELITA




Como todos los primeros días de mes, podría poner mi velita a la Divina Providencia para que nada me falte, me dé techo, comida y sustento. Sería una forma de sentirme cerca de alguien más, pero infinitamente más poderoso que yo. El simple hecho de poner en ello mi fe, esa que es auténtica y sincera, lo hace omnipotente.
Y ¿qué conmigo? Quiero decir, qué con mi vida, con mis emociones, con mis pensamientos, con esas cosas que realmente me preocupan y que no dependen de prender una velita.
Es muy fácil pedir por costumbre, por sentir tranquila la conciencia, y por apego a una rutina religiosa heredada que, muchas veces, tiene más que ver con esoterismo que una auténtica piedad teológica.
Pero al final de todo, ¿qué nos queda? Tratar, y digo tratar, que esos buenos deseos que queremos para nosotros, también los pidamos para los demás, pues insisto en que una buena práctica religiosa, de cualquier tipo que ésta sea, ha de unir los demás mediante la paz, el respeto y la solidaridad… si no, ¿de qué sirve prender una velita?

Sergio García Díaz
sergadi@gmail.com
facebook.com/elkekodiaz
@sergiogarciadz

1 de agosto de 2011.

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