CAER O NO DEJAR CAER
En la vida hay
leyes que expresan lo que “algo” ya es. La gravedad, por ejemplo. La silueta
humana que cuelga del papel es objeto, sin más, de una realidad innegable. Ya ni
siquiera cuestionamos eso que aprendimos que así es. En todo caso, nos sirve
como referente de “algo” a lo que hay que adecuarnos. Nadie se queja o se
amarga la vida porque exista la gravedad. La ley que la expresa sólo reconoce
que existe y que afecta a todo cuanto hay sobre la tierra.
No sucede lo
mismo, ¡y qué bueno que no!, con aquello que aprendimos que “así es”, pero que
afortunadamente podemos cuestionar, quejarnos, contradecir o negar. Me refiero
a la silueta humana, a lo que de cambiante existe en “las leyes” de la vida: la
felicidad, el desarrollo, la plenitud, la libertad, el amor, la paz, la
justicia, la trascendencia, el temor, la locura, la guerra, el odio, el placer.
Sobre esto podríamos haber aprendido “leyes” que nos dicen qué son, cómo se desarrollan
y funcionan, sus peros y a favores, en qué casos no pueden aceptarse y cuál
sería el mejor modo de vivirse. Y sin embargo, me atrevo a decir que la única
ley que puede aplicarse a todo lo humano es la “ley del permanente cambio”.
Somos tan
dichosamente inacabados en nuestra existencia que todo el tiempo estamos
buscando la manera de acercarnos, al menos un poquito, a la plenitud de nuestro
ser que nos haga estar bien con nosotros mismos. Seguimos siendo, por más
transparencia de nuestra alma, un misterio para los demás y, en ese preciso
sentido, dignos de ser conocidos. Porque misterio no es lo incognoscible sino,
con justa razón, lo que está esperando ser conocido. Tan ancha y tan profunda
es nuestra esencia de ser humanos que continuamos siendo inabarcables. En pocas
palabras, seguimos siendo absolutamente libres. Pero para no quedarnos en el
mundo de las bonitas ideas idiotizantes, esta libertad sólo es tal en precisos
actos de liberación. Lo abstracto de la libertad se clarifica en actos de
liberación. Muy simple: Vive de acuerdo a tu concepto de libertad y pregúntate
si lo que logras te hace estar, ser, sentir y vivir pleno y feliz. Si es así,
estás en el camino correcto.
Por eso creo que
las “leyes” sobre lo humano caen sobre lo que llamo “ley del permanente cambio”.
Pero por otro lado, todo cambio requiere algo de permanente. En nuestro caso,
es la esencia de ser humanos. Me acuerdo ahora de algo que dice así: “Sigo
siendo el mismo, pero no lo mismo.” El tiempo, las circunstancias, las
decisiones hacen que nuestros actos concretos de liberación nos muestren si el
camino que andamos es el correcto, si las decisiones que tomamos nos humanizan.
Si tomo las tijeras en mis manos y con total libertad corto el peso de la
silueta humana que no quiero cargar, que tengo que dejar caer, que si se cae no
me pasa nada porque no es mi yo. Porque, como me decía mi amigo, la vida es
individual. Porque al final de cuentas cada uno decide caer o no dejar caer.
Sergio Gabriel
13 diciembre 2012
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