sábado, 10 de noviembre de 2012

San Nazario, el nuevo santo del narco.




San Nazario, el nuevo santo del narco.
Porque todos buscamos protección.


“Nazario Moreno González, fundador del Cártel de La Familia, es venerado en Michoacán como si fuera un santo.” (Tomado de Reforma: 10 de julio 2012, Primera Plana).

Esta fue la nota que leí muy temprano en el periódico mientras regresaba a casa de mi caminata mañanera. No pude quedarme así nada más. De inmediato pensé en dos cosas: en la manera de ser “santos” hoy en día, y en la necesidad que todos experimentamos de sentirnos protegidos.

Puedo pensar también en todas las personas que han perdido la vida en estas cuestiones del narco: compra, venta, producción, distribución y límite de territorios de la droga. El provocar, directa o indirectamente que algunas personas mueran, podría ser el primer “pero” al momento de hablar de santidad. Aquí san Nazario ya habría perdido la posibilidad de pasar siquiera el primer nivel para ser aceptado a un proceso formal eclesial y ser puesto en la lista oficial de los santos reconocidos y elevado a los altares.

Sin embargo, Nazario Moreno no tuvo más que dedicarse a lo suyo y ver por quienes trabajaban con él y ¡listo! Esa es la primera impresión que tengo de su vida cuando pienso en que otros lo veneran como a un santo, pues hasta altares le han puesto por doquier en Michoacán. Y creo, precisamente, que hablar de santidad nos lleva a considerar la dedicación a un compromiso de vida, libremente asumido, con todo lo que ello implica. Me refiero aquí a lo que toca de personal en algo como dedicarse al narcotráfico. Dedicarse uno mismo a lo propio, a veces es tan irreal que lo más que hacemos es estarnos metiendo en lo que los demás hacen o dejan de hacer. Si nos dedicáramos a lo nuestro, seguro estoy que poco tiempo tendríamos de andar de metiches en la vida ajena.

Y lo mismo sucede con cada uno de los líderes de los cárteles mexicanos. Quiero pensar que están dedicados a lo suyo con conciencia clara de las consecuencias de sus acciones. Quiero pensar también, que cada uno de nosotros, los que no nos dedicamos al narco, hacemos las cosas con plena conciencia de las consecuencias de nuestras acciones. Desde qué parámetros sea visto lo que hacemos depende de la escala de valores que cada quien tenga perfectamente establecida. Porque claro, hablar de santidad supone considerar al menos una escala de valores aceptada por un grupo, así sean narcos, políticos, líderes religiosos y cualquier común ciudadano en sus familias o círculos de convivencia.

La otra cosa en la que pensé al leer la nota en el periódico fue la necesidad de protección que todos experimentamos, no sólo como cuestión para resguardar nuestra integridad, sino el sentimiento de protección por el hecho de sabernos parte de un grupo social, sea éste la familia, un club, una religión, un clan, un sindicato, bueno, hasta el mismo grupo de amigos nos hace sentirnos protegidos. Y la protección, obtenida o comprada, hoy en día es más necesaria que nunca antes. Encomendarse a san Nazario es parte del sentido de pertenencia de los miembros de La Familia a su organización. En alguna ocasión cuando atravesaba yo por una situación realmente complicada recuerdo haberme encomendado a san Juditas y a la Virgen de Guadalupe, con tanto fervor como nunca antes lo había hecho. Y sí, sucedieron las cosas como las pedía. ¿Qué hay de fondo? La fe, una gran fe, en que lo que no se puede humanamente, se podrá por alguna intervención especial.

En pocas palabras, de lo que me di cuenta al leer esta nota en el periódico fue de la gran necesidad de los seres humanos de recibir ayuda de alguien especial, pero además, de alguien muy cercano. Este es un reto pastoral para la Iglesia católica, hacer a sus feligreses más conscientes de que solos, muchas veces, no se puede, que se necesita recurrir a Dios, con fe sincera, para sentirse protegidos y ayudados. Porque tengo la leve impresión, pero sólo es una leve y subjetiva impresión, que muchos de los católicos ni se sienten parte de su iglesia, ni tienen fe sincera y que poco recurren a Dios.

Los santos de hoy en día suelen ser personas que ni figuran, ni figurarán nunca en la lista oficial de los santos. Personas que hacen mucho por los suyos, incluso hasta dar su vida. Cuando el deseo de poder se mezcla con la fe, ya el grupo se vuelve sectario y proselitista. Y hay que cuidar esto, porque se se puede arriesgar la vida por nada.

Sergio García Díaz
sergadi@gmail.com
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@SerchGabo

Ciudad de México, 10 de julio de 2012.

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